Sin apoyo estatal y con el corazón por delante, esta fundación en Suba acoge a más de 130 animales y demuestra que salvar vidas también es un acto de resistencia.
Por: Laura Garzón
Un legado con nombre de perro

Todo comenzó con Rufo, un perro criollo de mirada dulce y salud frágil que fue rescatado tras sufrir abuso. Andrea Clavijo, su cuidadora, no solo lo salvó: transformó su historia en una causa. Cuando Rufo falleció por cáncer, ella decidió que su memoria no sería una tragedia, sino una misión.
Así nació la Fundación Rufo Salvando Vidas, una organización sin ánimo de lucro que, desde 2011, se dedica al rescate, rehabilitación y adopción de perros y gatos. Su sede está ubicada en Suba, en un terreno alquilado junto al humedal Juan Amarillo.
En ese espacio encharcado y propenso a inundaciones, más de 130 perros y 7 gatos reciben refugio. Muchos de ellos son adultos mayores, con enfermedades o discapacidades. “Este trabajo a veces me desborda, pero sé que cada vida que protegemos vale el esfuerzo”, dice Andrea.
Cuidar en medio del barro

La sede presenta condiciones difíciles: filtraciones, humedad constante y riesgo de enfermedades. Andrea comparte la dirección del lugar con una amiga y, con la ayuda esporádica de voluntarios, sostienen este hogar que vibra con ladridos y caricias.
“No tenemos ningún tipo de apoyo del Estado. Vivimos de rifas, reciclaje, donaciones y del amor que la gente tenga para dar”, explica. Una de las campañas más efectivas ha sido la recolección de tapas plásticas, una estrategia sencilla pero significativa.
Además del refugio, la fundación realiza jornadas de vacunación, desparasitación, esterilización y rehabilitación psicológica para los animales. Todo con recursos autogestionados y manos solidarias.
Un refugio que también cura almas

“Yo he pasado por la de depresión, pero la compañía de estos animales me sana el alma”, confiesa Andrea. Dirigir la fundación no solo implica cansancio físico, sino una carga emocional constante. Aun así, se levanta cada día sabiendo que su labor tiene un propósito.
Más allá de los cuidados veterinarios, Rufo Salvando Vidas es un espacio donde se construye comunidad. Voluntarios como Clara, vecina del sector, apoyan en emergencias y jornadas de limpieza. “A veces no podemos con todo, pero lo intentamos con todo el corazón”, dice.
La meta más urgente de Clavijo es reubicar el refugio en un lugar más amplio y seco. “Necesitamos un terreno donde los animales no se enfermen por el clima”, afirma. Ese sueño, aunque lejano, sigue vivo.
Cómo puedes ayudar

Adoptar, apadrinar, donar, compartir. Hay muchas formas de apoyar. La fundación promueve especialmente la adopción de animales mayores, como Abigail, Giordi, Luna o Abuela Maco: seres que tienen mucho amor por dar, pero pocas oportunidades.
También se puede apadrinar a un animal cubriendo sus cuidados, o donar alimentos, cobijas, productos de aseo y medicamentos. A través del reciclaje de tapas plásticas y periódicos, ayudan a financiar parte de su operación.
Y, por supuesto, siempre se necesitan manos: para limpiar, pasear o simplemente acompañar. “No todo se trata de dinero. A veces lo que más salva es el tiempo y la compañía”, recuerda Andrea.
Un acto de amor y resistencia
En tiempos donde lo urgente suele opacar lo importante, la Fundación Rufo Salvando Vidas resiste con ternura. Es un lugar donde los animales encuentran abrigo, y donde los humanos recuerdan lo que significa cuidar sin condiciones.
Para apoyar, puedes escribir al 311 533 2586 o seguir sus redes sociales como @fundacionrufosalvandovidas. Porque a veces, cambiar una vida empieza con abrir la puerta de la nuestra.