¿Los hombres pueden ser feministas?

Las nuevas masculinidades no buscan reemplazar una imagen por otra, sino abrir espacio para otras formas de estar, convivir y relacionarse. El debate no gira solo en torno al género, sino a las estructuras que sostienen el silencio, la distancia y la imposición.

Por: Carolina Zabala

¿Los hombres pueden ser feministas?

El debate sobre las nuevas masculinidades y la posibilidad de que los hombres se identifiquen como feministas se desenvolvió en “Faldas en Movimiento”. Esta discusión giró en torno a la redefinición de los roles masculinos tradicionales y el papel del hombre dentro del movimiento feminista, entendiendo el feminismo como un proyecto transformador que cuestiona y busca cambiar las dinámicas patriarcales en la sociedad.

¿Puede un hombre ser feminista? Como muchas cosas que se viven a diario, se tienen opiniones dividas, por un lado, se dice que el feminismo es una causa esencialmente femenina, otros defienden que sí es posible, siempre y cuando se cuestionen los privilegios de género y se asuman responsabilidades concretas.

La figura del “aliado” como alternativa válida para los hombres que apoyan el movimiento sin apropiarse de él, es una forma de apoyar al movimiento feminista. I Foto: Pixabay.

Los hombres no lloran

El hombre tradicional ha sido, históricamente, moldeado bajo una imagen rígida: fuerte ante la adversidad, proveedor incansable y hermético frente a sus emociones. Aquel que no llora, que no duda, que no tropieza. Esta figura, reproducida por generaciones, ha sido sostenida por estereotipos que asocian el poder con la dureza y el valor con la represión. Este modelo no solo condiciona la forma en que los hombres se relacionan con los demás, sino también consigo mismos.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los hombres tienen tasas de suicidio tres veces más altas que las mujeres en países como Colombia, un indicador que ha sido vinculado a la falta de espacios para el manejo emocional y el peso del rol de género. En lugar de pedir ayuda, muchos hombres optan por el silencio, acallando malestares que terminan por hacerse crónicos. El costo de sostener esta imagen no es simbólico, es real, y cobra vidas.

Deconstruirse no es perderse, es comenzar a cuidarse sin miedo a dejar de ser hombre. I Foto: Pixabay.

Del silencio impuesto al cuidado consciente

Frente a esta construcción, emergen las nuevas masculinidades como una invitación a habitar la masculinidad de otro modo: más humana, más libre. Se propone un hombre capaz de mirar hacia adentro, de expresar ternura sin culpa, de compartir responsabilidades en el hogar sin que esto implique pérdida de autoridad.

La empatía, la paternidad activa y la no violencia no son debilidades, sino actos de coraje que desmantelan la vieja idea de que para ser hombre hay que endurecerse. Romper con los moldes de la agresividad es también abrir camino a una convivencia más justa, donde ser vulnerable no signifique menos, sino más cercano a lo esencialmente humano.

Las nuevas masculinidades abren paso a una forma de ser hombre que no se define por el control, sino por la capacidad de sentir, cuidar y transformar. I Foto: Pixabay.

Mitos comunes sobre los hombres feministas

Ser hombre no es aguantarlo todo, es atreverse a sentir. I Foto: Pixabay.

¿Un hombre feminista es estar en contra de los hombres? ¿Solo las mujeres pueden ser feministas? ¿Un hombre debe renunciar a su masculinidad para adoptar esta postura? Frente a estos mitos, la respuesta es sencilla: el feminismo busca la igualdad y que la masculinidad puede resignificarse sin desaparecer.

Los efectos de la masculinidad tradicional en los propios hombres, provocan una presión por reprimir emociones, ajustarse a una imagen de fortaleza y evitar conductas consideradas “femeninas” son algunas de las restricciones que impone. A esto se suman los privilegios estructurales que aún persisten: menor carga en la paternidad, preferencias laborales, y menor escrutinio social en diversos ámbitos.

El reconocimiento de lo tradicional es el primer paso

La idea de estas nuevas propuestas sería reconocer que las masculinidades tradicionales no solo afectan a las mujeres, sino que también limitan a los propios hombres. Repensar la masculinidad es un paso clave hacia una sociedad más equitativa, en la que el feminismo no sea una etiqueta sino una práctica diaria que cuestione privilegios y fomente relaciones más justas. Las masculinidades tóxicas, basadas en el control, la represión emocional y la violencia, afectan profundamente la salud mental y el bienestar de los hombres, y su transformación es también una forma de liberación.

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