La multitarea es atribuida a las mujeres como su superpoder, sin embargo, es una carga impuesta por estructuras sociales, tecnológicas y económicas que invisibilizan el agotamiento y refuerzan desigualdades históricas.
Por: Carolina Zabala
Multitarea: ¿superpoder o carga?
En un nuevo episodio del programa Faldas en Movimiento, la conversación giró en torno a un fenómeno cotidiano: la multitarea. El debate revelo tensiones profundas entre tecnología, salud mental, estructuras sociales y feminismo.

I Foto: Pixabay
¿Multitarea o automatización?
La charla partió de una pregunta provocadora: ¿la multitarea es una capacidad femenina o una imposición silenciosa? Si bien se reconoció que todos los seres humanos realizan múltiples tareas a diario, las mujeres han sido históricamente asociadas con esta habilidad, no como virtud, sino como expectativa estructural. La multitarea, más que una destreza, se convierte en una obligación cultural.
Para enfrentar las demandas del día a día, hay técnicas de productividad como la técnica Pomodoro —basada en bloques de 20 minutos— y la Ley de Pareto, que sugiere que el 20% de las acciones produce el 80% de los resultados. Aunque estas herramientas prometen eficiencia, también generan una presión constante que puede agotar mentalmente.
La multitarea no solo reorganiza el tiempo, también tiene efectos en el cuerpo. El cansancio mental es más intenso que el físico. Aunque no se haga un esfuerzo corporal evidente, la carga emocional y cognitiva se acumula. Reuniones, tareas simultáneas y el uso constante de pantallas generan síntomas como ansiedad, insomnio y sensación de insuficiencia.

Redes sociales y atención fragmentada
El impacto de la hiperconectividad, por ejemplo, en cifras personales, podemos pasar hasta 4 horas diarias frente al celular, siendo WhatsApp, Instagram y TikTok las aplicaciones más usadas por nuestras locutoras. Este uso masivo de redes sociales se vincula con la una pérdida de capacidad de concentración, puede afectar incluso el disfrute de actividades como la lectura o el cine, pues entrenan al cerebro para operar en ciclos cortos de atención.
La exposición constante a estímulos breves, como notificaciones, mensajes y videos de pocos segundos, reduce la capacidad de concentración sostenida y genera lo que expertos denominan “fragmentación atencional”.
Esta condición se manifiesta en la dificultad para mantener el foco en actividades que requieren esfuerzo cognitivo prolongado, como leer o ver una película completa. La neurocientífica Sandra Aamodt ha señalado que el cerebro humano tiene una memoria de trabajo limitada; al intentar hacer múltiples tareas al mismo tiempo, se interfiere con la retención de información y se incrementa el estrés.
Lejos de potenciar la eficiencia, esta sobreexposición digital fragmenta el pensamiento y agota la mente. El fenómeno no solo transforma hábitos de consumo, sino que también moldea la forma en que se percibe el tiempo, el ocio y la productividad.

Feminismo y estructuras de poder
¿La lucha debe centrarse contra el patriarcado o contra el sistema económico? El debate reveló una tensión de fondo: el feminismo no es un bloque uniforme, sino un conjunto de perspectivas que se transforman según el contexto histórico, es decir que el rol de la mujer, sus cargas y exigencias, se redefine con el paso del tiempo.
No obstante, un punto común persiste: el rol de la mujer ha estado condicionado por exigencias múltiples. La supuesta capacidad natural para la multitarea, atribuida históricamente a las mujeres, se desmitifica cuando se analiza como una carga estructural. Esta exigencia permanente de hacer todo: trabajar, cuidar, gestionar, rendir, ha derivado en un fenómeno llamado “laincompetencia instrumental”, en el cual los hombres evaden ciertas responsabilidades simulando torpeza, obligando a las mujeres a asumirlas por completo.
La multitarea no es una virtud femenina

Desmontar la idea de la multitarea como virtud femenina no solo revela desigualdades arraigadas, sino que permite cuestionar estructuras que normalizan la sobrecarga. Nombrar estas dinámicas es el primer paso para redistribuir responsabilidades y reconocer que el bienestar no puede construirse sobre la saturación de unas y la omisión de otros.
El diario vivir debe permitirnos repensar la idea de que hacer más no equivale a vivir mejor. La multitarea, cuando se romantiza, invisibiliza sus consecuencias, así que el desafío es desacelerar, reconectar y resistirse a un modelo de vida donde el valor se mide por la cantidad de tareas realizadas. Para seguir reflexionando sobre estos temas y compartir nuevas voces, únete a Faldas en Movimiento en su emisión en vivo todos los sábados a las 4:00 p.m. por Facebook Live. ¿Te has sentido alguna vez sobrecargada por hacer todo al tiempo? Cuéntanos cómo vives o “sobrevives” la multitarea. La conversación sigue abierta.